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EL ANTIFLAMENQUISMO COMO SALVACIÓN NACIONAL

 

LA CRUZADA ANTIFLAMENQUISTA REGENERACIONISTA

 

 

Génesis García. 2020

El antiflamenquismo como salvación nacional

Ilustrados contra la España majogitana y torera.

Cadalso, Goya, Jovellanos, Iriarte, Moratín hijo, Larra…crítica feroz a una España corrompida por nobleza aplebeyada y pueblo majogitano*.

* ILUSTRADOS ANTIGITANISTAS Y ANTIMAJISTAS...

GOYA. En la factura de este cartón para tapiz, titulado “El paseo de Andalucía” o “La maja y los embozados”, donde se ve a una joven, vestida con lujo popular, y su pareja que son llamados por Goya «un jitano y una jitana». Acompañados por siniestros embozados antiilustrados, violentos amotindados contra el minitro Esquilache, que pretendió cortar las capas y las alas de los sombreros chambergos hispanos para luchar contra el ocultamiento de los delincuentes. Y ante los cuales amotinados tuvo que ceder Carlos III cesando a su ministro. El primer Goya llenaría sus cartones para tapices, acuarelas, grabados, oleos… de tipos populares blanqueados para lucir en las paredes de los palacios. Pero Goya se volcaría inmediatamente en una feroz crítica regeneracionista contra la España negra en toda su obra posterior. Como vemos en la ilustración que ridiculiza a la Duquesa de Osuna madre, vieja con su caramba, y en la famosísima que hizo para poner contenido a la frase del ilustrado Jovellanos: «El sueño de la razón produce mostruos»

JOSÉ CADALSO. El militar liberal gaditano afrancesado se quejaba amargamente del comportamiento infame del pueblo contra el italiano Esquilache, en 1766, indignación que habría superado de haber sido también testigo, en 1808,  del Motín de Aranjuez. En una de sus «Cartas Marruecas» inaugura un marco que encontramos repetido en otros ilustrados y que se prolongaría en la crítica de sus herederos ideológicos, los liberales del XIX: un señorito ignorante e inútil, estulto y vacío, snob y vicioso, aficionado a la compañía, en tabernas, fiestas y juergas, de majos, contrabandistas, caleseros, gitanos, chulos, chorizos, toreros, picadores, carniceros y chalanes…, participan  junto a mujeres y guitarras en repugnantes fiestas asimilables a las flamencas. Como aquella que organizara para su señorito el Tío Gregorio, carnicero gitano y taurino que le encendía los puros mientras duraban fiestas en las que se tocaba, se cantaba y se bailaba, desde el romance hasta el polo y la seguidilla, desde la jota hasta la guaracha, y, a no tardar, desde la cachucha hasta el jaleo y el olé.

GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS es político reformista muy crítico con esa España abatida por la miseria moral de nobles aplebeyados y pueblo embrutecido. En su “Jácara en miniatura” satiriza a un jaque majo gitanizado, poeta y ladrón, con faja, guadijeño, arpa, bandurria y guitarra o guitarrón… a quien la buena ventura gitana le había augurado triunfos en su aficionado al toro y los toreros, a los tonadilleros y saineteros de moda, disputados a cuchilladas entre chorizos y polacos sin abandonar nunca el cigarro delator:

Sus dedos y sus labios,
del humo del cigarro encallecidos,
índice son de su crianza.
Fue antaño allá por ver unos novillos
junto con Pacotrigo y la Caramba.
Por señas, que volvió ya con estrellas,
beodo por demás, y durmió al raso.

En la «Sátira primera a Arnesto» Jovellanos critica a las damas elegantes españolas que gustaban vestirse con un sofisticado traje de «maja gitana». Como Alcinda,

«… Alcinda, la que olvidando su orgullosa suerte, baja vestida al Prado, cual pudiera una maja, con trueno y rascamoño alta la ropa, erguida la caramba, cubierta de un cendal más transparente que su intención, a ojeadas y meneos la turba de los tontos concitando?»

Las damas de la nobleza aplebeyada solía lucir en su pelo lazos y que la tonadillera de Motril María Antonia La Caramba había puesto de moda, por lo que se llamaban Carambas por extensión a los «adorno de cintas que se llevaba encima de la cofia, muy de moda a finales del siglo XVIII.

MARIANO JOSÉ DE LARRA aborrece y desprecia a los majos, toreros, mozos, criados, menestrales, caleseros, que «hablando en majo responden en desvergonzado, fuman y escupen por el colmillo, insultan a la gente decente ante un auditorio que les anima a seguir». No menos desprecio siente por una aristocracia aplebeyada, plaga parasitaria, mala para la patria por su inutilidad e ignorancia. Empeños y desempeños, señorito que no cree en Dios porque quiere pasar por hombre de luces, pera, en cambio, cree en chalanes y en mozas, en amigos y en rufianes. Se llama Joaquín, con cuyo recuerdo bautizaría Clarín a Joaquinito Orgaz, el señorito asturiano que ya había pasado en el último cuarte de siglo de majista a flamenquista, siempre crúo y gitanista. No obstante, reconoce en el calavera nacional, majo asilvestrado, algunos rasgos de generosa grandeza: «tiene honores de jaque, habla andaluz; su conversación va salpicada de chistes; enciende un cigarro con otro, escupe por un colmillo; convida siempre, es chulo nato con dos cosas indispensables: una querida manola y una navaja grande. De qué se me da a mí en qué se me da a mí, para en la cárcel; a veces, en presidio. Calavera eminentemente español, se diferencia del ladrón en su condición generosa: da y no recibe. Puede ser homicida, nunca asesino»

«El antiflamenquismo» en La Regenta, de «Clarín» Génesis García.

Del extraordinario volumen de escritos antiflamenquistas que las generaciones del 68 y del 98 produjeron, selecciono a «Clarín», porque Leopoldo Alas no se limita al improperio, sino que encaja ideológicamente el antiflamenquismo en La Regenta: Joaquinito Orgaz es el señorito inútil encanallado, como lo estaba el pueblo español «y parte de nuestra nobleza, por los toros y la vida flamenca…»**

En cambio, el folklore recibe en la novela un tratamiento íntimo, afectivo y sentimental, en la línea que venía del volksgeist romántico de marca alemana que, vía krausismo, había penetrado en el pensamiento liberal de la Universidad española.

** EL ANTIFLAMENQUISMO, UN TEMA ESTRUCTURADOR EN LA REGENTA ...

En plena Restauración, asumiendo con dolor la derrota de los ideales progresistas del 68, Clarín escribe La Regenta, novela en la que crea a Joaquinito Orgaz, un médico que representa todo lo negativo de la juventud acomodada española: un señorito inútil y degenerado que entretenía a las damas de la nobleza con sus habilidades y trajes “a lo flamenco” Y que incluso resultaba abominable para sus afines ideológicos liberales, como don Pompeyo Guimarán, en quien representa Clarín la cara satirizada del fracaso de “la Gloriosa”, la revolución antiborbónica que había expulsado a Isabel II pero que ahora veía la Corona restaurada. El de Orgaz siempre reservaba las mojigangas flamencas para lucirlas a los postres, como cuando sirven de colmo a las náuseas con que el estómago de don Pompeyo está rechazando de los bocados de aquella cena encerrona, en la que se le engañaba para «restaurarlo» como socio del casino. Allí se discutía, por envanecer a don Pompeyo, acerca de religión, de ateos progresistas, de teólogos laicos, del cielo y de la tierra… Joaquín se sintió «motivado» para opinar que no había más pureza que la del flamenco:

¡Señores -gritó Joaquín-, si en la otra vida no hay cante o es cante adulterado, renuncio al más allá!

Y dio un salto sobre la mesa, agarrándose a una columna y comenzó un baile flamenco con perfección clásica. No faltaron jaleadores, y sonaban las palmas mientras cantaba el mediquillo con voz ronca y melancolía de chulo:

Es una cooosa,
que maravilla, mamá
ver al Frascueeelo
la pantonilla, mamá…

Don Pompeyo sentía escalofríos… Joaquín gritó:

-Allá va una a la salud de don Pompeyo.

Y comenzó una copla impía y brutal, alusiva a una sagrada imagen.

-¡Alto ahí, señor mío! Ya estoy cansado de que se me tome a mí por un iconoclasta; sí, iconoclasta soy, pero iconoclasta del vicio, apóstol de la virtud y heresiarca de las tinieblas que envuelven la inteligencia y el corazón de la humanidad. Y si por alguien se ha creído que yo puedo fraternizar con el escándalo, aunarme con la desfachatez y adherirme a la orgía, protesto indignado, que a muy otra cosa he venido aquí”

Perfectamente calculado aparece, por lo tanto, el enfrentamiento ético entre don Pompeyo y el de Orgaz… para oponer al progresismo idealista, caricaturizado en don Pompeyo, el flamenquismo achulado, interpretado por Joaquín. No es de extrañar, pues, que Clarín, al enfrentar a sus dos personajes, critique, con superior desprecio, el flamenquismo del de Orgaz: es la vestimenta flamenca la que ha elegido para sintetizar todos los tópicos de la estrechez mental castiza y costumbrera. ([I], t. II, 236).

-EL FOLKLORE POPULAR EN EL ESPIRITUALISMO CLARINIANO

Por el contrario, el folklore popular aparece en La Regente tan altamente valorado como el flamenquismo denostado, sin que se establezca lazo alguno, ni siquiera por comparación, entre el mundo expresivo del folklore y el del flamenco. Las líricas explosiones de folklorismo las vierte Leopoldo Alas, de vez en vez, entre la agresiva y crítica intelectualización que cruza su obra. Los valores positivos del alma nacional se decantan del lado del folklore, que recibe en la novela un tratamiento íntimo, afectivo, muy musical y sentimental. Cuando aparecen las malagueñas, el entorno físico y psíquico está humanizado, despojado de la careta esperpéntica con que se dibuja el «flamenquismo» del mediquillo. En uno de los escasos momentos de plenitud afectiva que vive en la novela Fermín de Pas, quizá el único de equilibrio y felicidad que le concede Clarín al atormentado Magistral, son las notas por malagueñas de su criada Teresina las que contribuyen a confirmar la diáfana paz espiritual y el goce sensual que invade al enamorado de Ana, «su hermana del alma»:

«Cuando oía, desde su despacho, muy temprano, el «Santo Dios, Santo Fuerte» que cantaba como si fueran malagueñas Teresina, que hacía la limpieza allá fuera, tentaciones sentía de cantar él también» ([1], t. 1, 289). 

Más adelante, esta misma experiencia gozosa se repite en Ana Ozores, quien, satisfecha y curada por la sana vida del campo, en medio de una plasticidad vivificante, tranquila y suave, oía complacida los aires del país, monótonos y de dulce tristeza, que Petra tocaba al atardecer, mientras «Pepe, el casero, cantaba cantares andaluces convertidos en vetustenses…» ([1], t. II, 450). La dulcísima lástima que de sí misma sentía Ana crecía cuando recordaba que había inventado una madre que la dormía cantando los cantares que ella misma oía a las mujeres del pueblo cuando arrullaban a sus hijuelos:

Sábado, sábado, morena,
Cayó el pajarillo en la trena
con grillos y con cadenaaa…s

 y este otro:

Estaba la pájara pinta
a la sombra de un verde limón…

La fusión de los elementos eróticos y religiosos se produce con la presencia estimulante de un intermediario: el folklore popular, potenciador de una religiosidad vitalista, intimista…, capaz de traspasar la oscuridad de las bóvedas en busca de la plenitud luminosa del aire libre, del cielo. Gozoso ritual de exaltación de la popular misa del gallo, en la que el órgano cantaba:

Adiós, María Dolores
marcho mañana
en un barco de flores
para La Habana.

Y de repente, cambiaba de aire y gritaba:

La casa del señor cura
nunca la vi como ahora…

y sin pizca de formalidad, se interrumpía para cantar:

Arriba Manolillo, abajo, Manolé,
de la quinta pasada yo te liberé;
de la que viene ahora no sé si podré…
Arriba, Manolillo,
Manolillo, Manolé…

El órgano recordaba todos los aires populares clásicos en la tierra vetustense y los que el capricho del pueblo había puesto de moda en aquellos últimos años… El organista hacía muy bien en declarar dignos del templo aquellos aires humildes, con que solía alegrarse el pueblo y que cantaban las vetustenses en sus bailes bulliciosos a cielo abierto… Por último… el organista la emprendió con la mandilona:

Ahora si que estarás contentón, mandilón, mandilón, mandilón.

En cuanto al pueblo, Clarín lo relaciona con la nobleza en punto a las aficiones que los homologan, «[…] el lenguaje de ese pueblo bajo, embrutecido, como parte de nuestra nobleza, por los toros y la vida flamenca…».Por eso, lo combate en el mismo plano que sus antecesores ilustrados, como afición de las clases que, en su tiempo, se mostraban desconfiadas y combativas ante el progreso social.

1988 “El antiflamenquismo, un tema estructurador en La Regenta”. Génesis García Gómez. Cuadernos Hispanoamericanos. El antiflamenquismo en La Regenta. ISSN 0011-250X, Nº 453, 1988, págs. 73-86.

Estado del flamenco 1900, López Mezquita, La juerga, premiada en Bruselas en 1906.

Las cenizas del flamenco finisecular, entre la Europa negra del diván freudiano y la España negra de regeneracionismo hispano.***

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*** ESTADO DEL FLAMENCO FINISECULAR ...

Europa negra antifeminista: racismo científico contra la mujer y contra la new woman feminista; España negra regeneracionista: el infierno moral de krausistas regeneracionistas eran los cafés cantantes y bailaoras flamencas.

En Género y Mujer hispana. UMAY www.genesisgarcia.es

A principios del siglo XX La España negra todavía recibía premios internacionales, como el que Bruselas le otorgó a «La juerga», de López Mezquita. El flamenco seguía unido a la prostitución y el alcohol, y así lo pintaban y lo poetizaban y lo consumían pintores y poetas modernistas, caso de Manuel Machado. Este cuadro y su reconocimiento sirven de ejemplo de cómo se vivía el flamenco antes de la acción reivindicativa, mitificadora y redentora de Falla y García Lorca.

Ver Tema 3º. Granada 22, el año uno del cante jondo.

Fin de siglo, ya había sentencia: folklore, alma nacional; flamenco, canalla marginal

Género español liberal blanco: legítima alma nacional. Folklore, tonadillas, sainetes, zarzuelas. Arriba escenarios oficiales.

Género flamenco macareno negro: bastarda alma nacional. Flamenco cante, toque y baile, cafés cantantes, abajo escenarios marginales.

Folkloristas, la guinda rabiosa del antiflamenquismo escrito: Francisco Rodríguez Marín: El alma de andalucía.****

**** EL PROLÍFICO ERUDITO FOLKLORISTA DE OSUNA ...

Fue uno de los pocos intelectuales que tuvo ante el flamenco un rechazo no apriorístico: primero aceptó el flamenco, para repudiarlo, violentamente, después. Su actitud es la de un «casto casticista», puesto que es la inmoralidad del mundo del flamenco gitano, su erotismo desgarrado, lo que le obsesionaba, porque «manchaba el honor andaluz»:

Canta en neto andaluz quien guarda bueyes
quien no sabe a qué sabe manzanilla
que con Juan Breva compartieron reyes
quien bebe agua pura en la liarilla
quien respira aire libre entre los cerros
no humazo de tabernas de Sevilla…

El buen vendimiador que se entretiene en bailar seguidillas y fandangos…

Pero la bicha, la habanera, el tango, de viles actitudes lujuriosas, eso no es andaluz, es guachindango.

En ningún texto puede encontrarse más claramente sintetizada la exclusión del flamenco profesionalizado como espectáculo frente al folklore payo, decente, legítimo y único representante de la esencia espiritual de la nación española. Más adelante, la inevitable ascensión de las bulerías, en la década de los veinte, representaba para Rodríguez Marín la definitiva degradación del cante jondo:

[…] los cañís a medio vino, ya media voz para que no se divulgaran los secretos de familia, cantaban sus martinetes o carceleras, fastos -nefastos, diría mejor- de su raza: relación de sus proezas y desdichas, llena de maldiciones para los jundanales que a bayoneta calá los habían perseguido tal o cual vez…

[…] El híbrido flamenco está moribundo, y no le salvarán, antes le ayudan a mal morir, esos exagerados y churriguerescos jipíos con que presumen galvanizar el cadáver lírico de lo cañí sin jonjana, y hasta aflamencar lo que de su natio es meramente andaluz.

Y… siglo XX, Eugenio Noel

LIBROS:

Cante Flamenco, Cante Minero: una interpretación sociocultural

Génesis García

Anthropos. Barcelona. 1993