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AL OESTE DEL SANCTI SPIRITUS

Dionisio Martínez


Presentación por Génesis García en «La Casa del Piñón»

La Unión, 5 de agosto de 2012

1º) AL OESTE DEL SANCTI SPIRITUS, EL LUGAR DEL ÚLTIMO SPIRO. LOS TIEMPOS NARRATIVOS DE ESTA NOVELA “HISTÓRICA”

A menudo nos decepciona la relación entre las buenas expectativas que genera una novela respecto a un final mal resuelto. En su Teoría de la Composición*, Edgar Allan Poe afirmaba que todo escritor debería empezar su relato una vez concebido su final, para que todo lo que ocurra vaya encaminado a que se cumpla el fin predeterminado. Pues, aún más allá de Poe, el final y el efecto buscado en la novela que aquí presentamos está pujando en el relato desde el principio, “in medias res” y en todas las digresiones que nos llevan Al oeste del Sancti Spiritus, al lugar de la muerte y el ocaso que, desde el título, nos venía palpitando.

Se trata de un lugar simbólico, el monte del Spiro**, por donde el sol se pone y el último soplo de vida se exhala. Y se trata de un lugar real, el de una Sierra Minera por donde asoman Portmán y Herrerrías, a uno y otro lado de su falda, Cartagena por el este y, por el oeste, El Llano. Un lugar cuyos tiempos narrativos se corresponden con los de la segunda mitad del siglo XIX, los de la fiebre del plomo y de la plata en la sierra, después del “manto de los azules”, rico en filones de galena argentífera, coincidente en el tiempo con el descubrimiento del oro en California***.

Al oeste del Sancti Spíritus
* Filadelfia, 1846
** Espíritu, de Spiro, soplo de vida
*** Para la Historia de la Sierra Minera...

ver López Morell y Pérez de Perceval Verde en La Unión. Historia y vida de una ciudad minera, publicado 2010 por encargo, coordinación y edición de Génesis García para Almuzara; y “Portmán, del mar y el mineral” Depto. de Economía Aplicada UMU, de los mismos autores.

Allí, aquí, se desarrolla esta narración engranada y engrasada en el unto del plomo y la muerte. Un lugar donde tiempo y espacio se incrustan sobre sí mismos mediante diversas técnicas narrativas, monólogos interiores, pesadillas, obsesiones de venganza y surrealismo. En una orgía de lenguaje con el que los males de la conciencia y la subconsciencia nos son transmitidos por los distintos personajes que, siendo concretos y reales, en el Sancti Espíritu se nos vuelven, por elevación, simbólicos y universales.

Y estamos, además, en un lugar de identidad. Porque de ficción se alimenta y retroalimenta el espacio y el tiempo donde los pueblos crean su antropología, social y cultural. Y, el autor de esta novela, Dionisio Martínez suma el hecho identitario de haber nacido aquí con el mérito de apreciar el dolor de los siglos en los montes pizarrosos de la Sierra. Tratada bajo su dureza con la ternura de quien la reconoce en su sangre, en su historia, en sus raíces cognitivas, sin las que no somos nada:

“Las raíces son Dios. Sin memoria, sin lo que has dejado atrás, sin lo que te ha arrastrado hasta este mundo sangriento, no eres nada. No eres tú mismo, ni nadie”.

Sin embargo, los rasgos que aquí se asocian a las explotaciones mineras son literariamente inéditos. Porque Dionisio Martínez viene a descorrer apocalípticamente el velo* que toda la obra anterior, alimentada de sierra y mina, incluido el corpus de letras referidas al cante de las minas**, había piadosamente tapado***.

El lugar era propiedad del General****, un retirado de la milicia quien, servido de una leal y oscura relación amorosa, gobierna toda la Sierra como dueño de cuantos hombres y riquezas salgan de sus entrañas:

“Es el dueño de la Sierra y un mal enemigo… Son suyas la Vecina, de plomo, en la Rambla de la Abortada; la Constancia, en el Lentiscar; la Polvorín, la Salpeteque y la Recompensa. Y casi todo lo que se saca del Cabezo Rajao va a su bolsillo”

Un lugar en el que los Espinosa fueron partidarios***** del General y hacia donde Rogelio Espinosa se dirige para cumplir su destino. Y lo hace desde otra sierra minera, la oscura Dalías alpujarreña, siguiendo “el humo envenenado de las fundiciones y el hedor de los muertos que, de alguna forma, les iban marcando el camino”.

Los títulos La Fortuna y Las Afrentas de los dos primeros apartados deciden el arranque del drama que se va a desarrollar unos doce años después, en 1860, cuando el sol se eclipsó con la vida del hijo putativo de Rogelio Espinosa, que volvió para vengarse en La Venganza pero en cuyo camino se interpuso Eros, fundiendo el amor con la muerte. Los hechos son narrados en 1874, después del Cantón de Cartagena y bajo el acontecimiento de la inauguración del ferrocarril The Carthagena & Herrerías Steam Tramways. En una última secuencia-epílogo en la que Los Cuervos caerán sobre los despojos de la sangre derramada.

* Apocalipsis significa revelar,...

quitar Dios el velo a los ojos del profeta Juan en Patmos para que reconozca el futuro.

** Importancia de la palabra escrita...

en la creación de identidad de un pueblo. En “Informe para la declaración de los Cantes Mineros y de Levante como BIC por parte de la Comunidad Autónoma de Murcia” https://genesisgarcia.es/flamenco-memoria-y-libertad-publicaciones/cantes-mineros-y-de-levante-informe-declaracion-bic/

*** Situación de dureza extrema...

de la que dan cuenta crónicas y hemerotecas, periodistas, sacerdotes y sindicalistas, informes de ingenieros de minas y de médicos con preocupaciones sociales.

**** “El General Requena”,...

Mariscal de Campo Blas Requena Fernández (Guadix, 1793-Portmán, 1865)

***** Aquí partidario se refiere...

a la condición laboral de los que explotaban las minas “a partido” con el dueño de las mismas.

Ningún otro contexto histórico laboral como éste, en el que “… la ley había sido arrojada… desde lejos para que los mineros se sirvieran de ella si querían, y nadie se había agachado a recogerla”, hubiera servido mejor a una historia en la que el lacerante existencialismo queda ennegrecido en un Sancti Spiritus por el que matan y mueren personajes hechos de la carne y el hueso de la condición humana:

“La sierra pertenece a los que encuentran algo en ella, lo registran, pagan las contribuciones y lo que haya que pagar y son capaces de mantener la mina como propia. Tienes que haber llegado antes que los otros y seguir vivo, y eres rico. Sin aliento, siguieron y dieron con el soñado manto azul… (donde) estaba el criadero de mineral más grande y más rico del mundo”.

Y una economía primaria,  cuyos modos de extracción iban limitados por los del hombre y la fuerza de sus brazos, con los que ahondaba, por galerías barrenadas y entibadas, hacia el manto de los azules y más abajo:

“Solo era preciso perforar la roca y armar los barrenos y prenderlos y hacer saltar las piedras por los aires y arrancar el mineral y subirlo y sacarlo y machacarlo con los marros y garbillarlo y llevarlo sobre recuas de burros hasta una fundición y protegerlo durante el viaje y venderlo y cobrarlo y defender el dinero y el pozo”.

Entre picar y horadar sin descanso, y contradios si es necesario, dos mandatos rigen el desarrollo de esta novela: el deber moral de sepultar a los muertos y el deber fatal de la venganza sobre los que te han afrentado. Y así, por encima de la madre alucinada por no haber podido enterrar a las hijas que se le murieron en el camino a Herrerías*, hasta aquí ha llegado, desde la oscura Alpujarra “un hijo putativo de Espinosa, el del apodo infame, cargado con insoportables deberes de venganza”.

Y si cinco fueron las afrentas, cinco las balas, y ni una más, con las que carga el arma de su venganza. Pero el destino haría que la última bala hiciera otro recorrido, interceptada por el amor en dirección opuesta a aquella odiada sien a la que estaba destinada. Rogelio Espinosa no puede terminar de cumplir con las leyes que su sangre le imponía porque Requena no duda en utilizar un cebo que es más grande y poderoso de todos los sentimientos que arrollan al hombre, y que hace que la quinta bala se vuelva hacia la cabeza del pobre mortal, inocente y debilitado ante las embestidas del amor y del sexo.

* “Mil reales, clamaba la madre....

Para esa mina ha servido su bancal y no para la tumba como Dios manda para esas criaturitas. No os dio la gana de cavar más hondo, y ahora habéis hecho un pozo de cincuenta varas para sacar quién sabe qué. Piedras”

Y todo en “una tierra en donde la vida no vale más que el plomo preciso para hacer una bala”. Pero, “ni una navaja ni un revólver son bastante para sobrevivir. Se precisa, también, coraje, determinación y buena suerte”

Así, entre realidad y ficción, contexto y personajes convierten a ésta en una verdadera novela histórica. Que no es la que nos invade colocada en pilas de a 50 que nos acosan a la entrada misma de las grandes superficies. Y que si como historia pueden ser plausibles, a menudo, como novela no suelen serlo, con protagonistas de cartón piedra que nos asaltan desde las páginas del libro, como los disfrazados de medievales que abordan a los turistas. Por eso afirmo que Al oeste del Sancti Spiritus es una novela histórica, como lo es El Gatopardo de Lampedusa. Porque son novelas que relatan una época a través de la intimidad épica y lírica de unos protagonistas que hacen la novela histórica porque ellos son la historia que consigo llevan.

2º) LA CRUELDAD UNIVERSAL: INOCENTES COMO LOBOS.

Aunque, según el mismo declara, la tradición literaria inmediata la encontró Dionisio Martínez en su fascinación por el nihilismo de los norteamericanos, el de Faulkner y, según confesión propia, el de Cormac McCarthy en su Trilogía de frontera*, es la España negra, en mi opinión, la que aporta por su propio cauce la fuerza literaria y pictórica de su raíz hispana a esta novela**.

Un abogado positivista, Don Ursicino, es el personaje que no sólo relata el recorrido dramático del hijo no carnal de Rogelio Espinosa, sino que valora, filosofa, desideologiza y desactiva moralmente todo lo que va narrando, erigiéndose por ello en la voz que viene a proclamar, al modo barojiano, que lo que llamamos crueldad universal no es sino necesidad universal. Que, al margen de la moral y la ley, la crueldad universal de la condición humana es inocente. Que la naturaleza, y los seres vivos que la habitan, no se mueven sino por actos que resultan de la lucha por la vida, Y que el hombre, aun cometiendo actos que la ley castiga como reprobables y la religión condena como pecados, es inocente de sus crueldades como inocentes son los lobos de las que le dicta su propia naturaleza. Las víctimas lo son de una sociedad sin ley, violentada por el trabajo degradante. Las víctimas no están ahí como instrumentos de un discurso ideológico, yo diría que ni siquiera axiológico. Ursicino, quien suma el usurero de Valle Inclán con el Andrés de El árbol de la ciencia de Pío Baroja, está ahí para que la más indecorosa y de las crueldades o la más condenable de las corrupciones aparezcan legitimadas por la palabra positivista, la que establece puentes entre la naturaleza que de la historia.

** Por estas página transita el...

tremendismo medieval y nuestro desengaño de muerte barroca, el Sic transit gloria mundi de Valdés Leal, la España de Quevedo y la del Duque de Rivas o la Argentina de Pedro Páramo. La España de Unamuno y Solana, más que la de Zuloaga; la de ese Valle Inclán del usurero entrapado entre divinas palabras, el tremendismo de López Pinillos y el de ese olfateador de obras ajenas que fue Cela… España negra, inventada por extranjeros pero a los que damos en el gusto diciéndoles “¿Queréis negro? Pues de luto estamos” (Génesis García). La que, después de Goya, atormentó a nuestro desgarrado 98 y el desolado Tiempo de silencio, hasta quedar Lejos de los árboles de Jacinto Esteva, hijos todos de los años 50 del siglo XX.

No obstante, tampoco para el positivista toda crueldad es homologable. La crueldad del General tiene una finalidad,  ejercida en una sociedad donde la ley es del que tenga suficiente valor para imponerla en su beneficio. También la de su enemigo, la que se pondrá en marcha doce años después para lavar todas las afrentas, será una crueldad iluminada por la venganza que la justifica como deber ineludible. Pero hay otra clase crueldad abominable porque se ejerce sin más objetivo que alimentar la maldad que se produce y se consume en la zona negra de las entrañas podridas. Como la del asesinato de la mujer encaretada de muerte, en el impresionante episodio del cabrón humano humillado y ante cuya humillación el gentío reía y vociferaba. Para la prostituta que había humillado al muchacho estará reservada la primera bala de las cinco de la venganza, la que produjo sobre el mármol del burdel un retruécano de la muerte: una mujer yacente bajo su careta de muerte abyecta. “Muerte sobre muerte en extravagante redundancia”, subraya en negro un final abrupto, literario, como para darle en la cara al lector por su hubiera quedado sumido en el triste sopor del final de la estirpe putativa de los Espinosa y la incestuosa de los Requena. Cuya crueldad viene a ser universalmente inocente, como inocente es la crueldad de los lobos*.

Recomiendo mucho leer esta novela, que finalmente constata que al hombre no le queda otra que castigar socialmente o reprobar moralmente la crueldad para salir del estado de naturaleza y crear comunidades que progresen bajo el imperio de la Ley**. Pero advierto que está escrita para los que sean capaces de soportar emociones, no ya fuertes, en el sentido de ruidosas o con estrépito, sino otras más fuertes aún, porque nos tocan el fondo de nuestra condición humana y nos estremecen en lo hondo. Como el hoyo del filón encontrado al oeste del Santi Spiritus. Como la muerte total y anunciada un día de eclipse de sol, en el que se exhala el último suspiro.

* “Inocentes como lobos”...

Artículos. “Inocentes como lobos”, paráfrasis de uno de los viajes de Sigüenza, de Gabriel Miró

https://genesisgarcia.es/wp-content/uploads/2021/06/INOCENTES_COMO_LOBOS.pdf

** Una cuestión que John Ford...

plantea como de dudosa efectividad, la Ley sin la ayuda de la Fuerza, en El hombre que mató a Liberty Valance, película de 1962 pero ambientada justamente en los años del Oeste sin Ley, los mismos de la Sierra sin Ley en los que se desarrolla esta novela.

Comentario del autor

Génesis, mi torpeza informática no me ha permitido hasta hace media hora entrar en tu espléndida web. Es lo más racional e interesante que he visto en internet. Debes seguirla. Yo me hago un adicto desde ahora. Además, has colgado la presentación de mi novela en el apartado libros. Muchísimas gracias. Este es uno de los casos en que la glosa supera en mil millas al original. La he leído y releído halagado y complacido, aunque no se me oculta que es infinitamente más profunda y más conocedora de la literatura, y del paisaje y paisanaje, que mi novela. Muchas gracias de nuevo. Un abrazo muy fuerte.


Autor de Al oeste del Sancti Spíritus

Dionisio Martínez

Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid